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Estudio Bíblico: Propio 18 (B) – 2018
September 10, 2018
Proverbios 22:1-2, 8-9, 22-23
Todas las lecturas de este domingo parecen concentrarse en la misericordia y en la justicia, y así nos recuerdan de la primera petición de la Colecta: “Concede… que confiemos en ti de todo corazón”. Tantas veces en nuestras relaciones con los demás, en especial con extranjeros, nos resulta difícil poder confiar. Ya hemos aprendido que puede ser poco sensato si le damos a alguien el beneficio de la duda, o comenzar una relación dejando a un lado los prejuicios, creyendo que la motivación de la otra persona es buena a menos que alguien nos pruebe lo contrario. La antigua sabiduría de Proverbios nos recuerda que ricos y pobres, vecinos y extraños, incluso justos e injustos, todos ellos son criaturas de Dios. Quizás nuestros encuentros de cada día nos exigen ser prudentes, pero podemos ser prudentes al mismo tiempo que reconocemos con gentileza lo humano que compartimos con el otro. Podemos elegir actuar con justicia y con compasión y darle más valor a la integridad que al prejuicio o a un interés personal codicioso.
- ¿Además de darles apoyo material y físico, cómo podemos compartir nuestro pan con los pobres? Cuéntenos acerca de una ocasión en la que usted observó a alguien que dedicaba generosamente su tiempo, su atención, su trabajo o cualquier otro recurso.
- ¿Qué estaría usted dispuesto a hacer o a decir para defender a un extraño contra la injusticia?
Salmo 125
“Así como los montes rodean a Jerusalén, el SEÑOR rodea a su pueblo…” En el lenguaje de los salmos, el poder de Dios en la creación con frecuencia se refleja también en la misericordia de Dios y en la protección del pueblo elegido de Dios. Sin embargo, nuestra manera de ver el mundo a veces se contrapone a una fórmula tan sencilla como ésta. Ya hemos visto demasiada dominación y crueldad en la historia del mundo y los acontecimientos recientes, lo cual nos cual nos hace dudar, y no podemos evitar pensar que es un poco ingenuo de parte de los israelitas cuando proclaman: “No pesará el cetro de los malvados” sobre aquellos que son justos, buenos y rectos de corazón.
Leamos, sin embargo, otra vez este salmo y démonos cuenta de cuánto se espera de los fieles. Ellos tienen que confiar en el Señor, no extender sus manos a la maldad y permanecer rectos de corazón. Son aquellos, los que se desvían –quienes no buscan a Dios para que les sirva de guía y fortaleza–, los que siguen sendas tortuosas y terminan entre los malhechores. Aquí encontramos una expresión de sabiduría, la que seguramente nació de una experiencia difícil, más bien que de la ingenuidad. Desde luego que no podemos ir por la vida esperando que Dios mantenga una burbuja protectora alrededor de nosotros. Eso sería como creer en la magia y no apoyarse en la fe en Dios. Quizás lo que el salmista está diciéndonos es que nuestra confianza en Dios debe ser para nuestra protección espiritual contra nuestras propias tendencias egoístas, más que contra cualquiera de nuestros enemigos externos.
- ¿A quién cree usted que se debe culpar cuando a una persona o a un grupo de personas les ocurre una calamidad? ¿Acaso la respuesta es siempre clara?
- ¿De qué maneras estaría Dios montando guardia sobre nosotros, si no es para evitarnos sufrir el dolor y la injusticia que son propias de la existencia humana?
Santiago 2:1-10, [11-13], 14-17
Los estudiosos del tema siempre han debatido sobre la identidad tanto del autor como de la audiencia a la que se dirige esta epístola. Sin embargo, el mensaje sigue siendo enérgico y claro: para alguien que dice tener fe en Jesús como el Mesías y el Señor, tiene entonces que vivir de una manera coherente con esta fe. Cuando verdaderamente confiamos en el poder y el amor de Dios, ya no podemos darle la espalda a los pobres o favorecer a los ricos solamente teniendo en cuenta distinciones superficiales.
Si nos ponemos a debatir sobre la importancia relativa de la fe y las buenas obras es como hacer la vieja pregunta sobre el huevo y la gallina. De hecho, ninguno puede existir sin el otro, por tanto debemos buscar la verdadera fuente de vida en ambos. Algunas personas reciben y responden al amor de Dios con una profusión de fe que luego se expresa al compartir ese amor con los demás. Algunas personas actúan de maneras justas y compasivas surgidas de un compromiso intelectual que poco a poco se profundiza en la fe. Santiago advierte a sus lectores sobre esta discrepancia, cuando no podemos decir que tenemos fe y luego actuamos sin amor faltándole a nuestra propia integridad. Es en este sentido que él los reta diciéndoles “¿Podrá acaso salvarlos esa fe?” Aquella fe superficial que no nos motiva a la acción en beneficio del reino de Dios y del amor hacia los hijos de Dios está verdaderamente muerta y es inútil.
- Piense, por ejemplo, en una ocasión cuando conoció a una persona con un nivel socioeconómico muy distinto al suyo. ¿Cómo se sintió? ¿Cómo se sentiría uno si se cambiaran las posiciones?
- ¿Qué acciones tomaría para expresar su fe como la entiende ahora? ¿De qué manera podría crecer su fe si pusiera en práctica esas acciones?
Marcos 7:24-37
Qué par de historias más raras y hasta incómodas las que leemos en esta lección del Evangelio. A nadie se le pasa por alto el hecho de que no muestran a Jesús en su mejor momento, y de que fueron preservadas por las primeras comunidades cristianas y también fueron incluidas por el autor de este primer recuento escrito de las Buenas Nuevas. Tenemos que explorar un poco más profundo para encontrar su importancia para los primeros cristianos, y también para nosotros.
Marcos teje la idea de un “secreto mesiánico” a lo largo de su descripción del ministerio de Jesús. Dios ya está presente y actúa con gran poder en el mundo, como podemos ver en las curas y exorcismos milagrosos de Jesús, pero también tenemos que aceptar que la completa restauración de la creación de parte de Dios –esa perfección imaginada por los profetas– está todavía por venir en tiempos que aún no podemos pronosticar. Desde esa perspectiva, podríamos ver las historias de la mujer de Sirofenicia y del sordo como símbolos proféticos del poder de Dios para transformar y restablecer a un mundo que está dividido y desolado.
Marcos nos cuenta una historia en la cual Jesús se ha ido lejos de su casa, lo cual quiere decir también, lejos de la población judía, o sea, los hijos de Israel por quienes comenzó su ministerio. Cuando una mujer no judía lo buscó a él y le pidió su ayuda, Jesús le responde de una manera que no suena amable, pero que en el contexto de la iglesia del siglo I hubiera tenido realmente mucho sentido. Jesús había venido primero a los “niños”, pero luego propagó su ministerio compasivo más allá de sus propios límites éticos. Cuando esto se cuenta dentro de una comunidad de cristianos no judíos, este encuentro con esta desesperada madre muestra a Jesús como a alguien que valida y bendice la fe de ellos, incluso si de fondo tenemos una tensa historia.
Jesús continúa su camino, pero extendiéndose mucho más allá de su base de Galilea. En esta historia que nos sirve de ilustración, encontramos ecos de los mismos temas, como cuando Jesús llama aparte al sordo, lejos de la multitud y luego lleva a cabo su curación, aparentemente sin esfuerzo y sin dificultad. Finalmente, les dice a todos que no le cuenten a nadie, pero ellos salen a proclamar la noticia por todas partes. Así es el Evangelio: el poder de Dios está presente entre nosotros, y no puede refrenarse incluso si no ha sido revelado aún completamente.
- ¿En dónde están nuestros puntos ciegos y qué mensajes son los que no estamos dispuestos a escuchar o no somos capaces de escuchar? ¿Necesitamos entender este pasaje bíblico como una invitación a que salgamos más allá de nuestros propios límites o de nuestra zona de comodidad?
- No es fácil quedarse callados cuando tenemos buenas noticias que contar. ¿Qué tipo de alegría o de gratitud tiene usted en su corazón que quiere ser compartida? ¿Puede ver que Dios está presente y trabajando en su vida de alguna manera? ¿Escucha a Dios llamándolo a explorar algo nuevo? Intente expresar todas esas vivencias.
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