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Estudio Bíblico: Propio 14 (B) – 2012
August 12, 2012
1 Reyes 19:4-8
Elías está aterrorizado y corriendo por su vida en este pasaje. Jezabel se ha comprometido a vengarse de él por haber matado a los profetas de Baal, por lo que está justamente atemorizado y huye al desierto. El profeta está claramente desbordado por sus circunstancias y en gran peligro. Corre para escapar de la muerte segura y cierta, sin embargo, lo encontramos sentado bajo un árbol y clamando a Dios para que termine con su vida. Elías no quiere morir a manos de Jezabel, pero al mismo tiempo, no está seguro de que pueda seguir viviendo. “Es suficiente… quítame la vida”, le dice a Dios. Recuerde que este es el mismo Elías que, solo en el capítulo anterior a este, muestra su fe increíble en el Todopoderoso pidiéndole que bajara fuego sobre el monte Carmelo y venciera a los falsos profetas de Baal. ¿Cómo pudo pasar de un triunfo tan increíble y lleno de fe a esa patética derrota y desesperación? Tal vez por esta sencilla razón: puede que sea un profeta, pero sigue siendo un hombre y por lo tanto débil, temeroso e inconstante. De hecho, la humanidad pura de Elías se hace evidente por los medios conseguidos por un ángel para darle la fuerza de seguir adelante en su viaje, un pastel y un poco de agua. Advierta que Dios no le dio ninguna gran exhortación sobre por qué tenía que rehacerse y tener más fe. En cambio, le envió las necesidades básicas de la vida: comida, agua y un poco de compañía para seguir adelante.
- ¿Ha sentido como si hubiera estado alguna vez al final de la vida, sin la motivación para seguir adelante? ¿Qué le ha animado a seguir en tales circunstancias? ¿Cree que Dios estaba con usted en esos momentos, y si fue así, qué cosas le proveyó Dios?
Salmo 34:1-8
Esta selección del Salmo 34, se ajusta bien a la lectura previa de 1 Reyes. Como Elías, el salmista se ha enfrentado al terror y a la angustia en manos de sus enemigos. La diferencia entre los dos pasajes es que, a diferencia del pasaje de 1 Reyes, en esta sección del salmo el que se encuentra en la adversidad ha sido librado de las dificultades y así lo encontramos gozando de la bondad de Dios. El salmista escribe que Dios escucha el clamor de los fieles y los libra de todas sus angustias. Por supuesto, sabemos que la escritura también describe tiempos cuando Dios no liberar a las personas que se enfrentan a dificultades económicas, al menos no de inmediato. La historia de Elías nos muestra esta realidad, al igual que varias otras secciones del Salterio (por ejemplo, salmo 22, el Libro de Job, etc.).
- ¿Cómo debemos responder en tales circunstancias, cuando Dios parece no estar presente o activo en las luchas de la vida? ¿Tenemos que decir, como Elías, que hemos aguantado suficiente y renunciamos a la esperanza de que las cosas vayan a mejorar? ¿O, como el salmista, clamamos a Dios y tratamos de probar y ver que el Señor es bueno? Incluso en la oscuridad, miremos a Dios y estemos radiantes.
Efesios 4:25-5:02
El autor de Efesios parece que nos pide que hagamos lo imposible cuando escribe: “Sean imitadores de Dios” en 5:1. Después de todo, ¿cómo podemos nosotros criaturas finitas y caídas jamás presumir de tratar de ser como Dios, que está absolutamente por encima y más allá de nosotros los mortales en todos los sentidos? ¿Nos atrevemos a pensar que podemos ser perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5:48)?
Bueno, puede que no alcancemos la santidad perfecta en este mundo, pero este pasaje de Efesios nos da algunos consejos prácticos sobre cómo podemos comenzar a tratar de imitar a Dios. En primer lugar, se nos dice que elijamos la verdad sobre la mentira, teniendo en cuenta que las relaciones que son sanas y santas deben basarse en la honradez y la confianza. En segundo lugar, se nos ha dado permiso para estar enojados, siempre y cuando aprendamos a liberar nuestra ira de una manera sana, antes de que pase demasiado tiempo. Después de esto, se siguen más instrucciones: no robar, hacer un trabajo honrado y compartir con los necesitados, no hablar mal de nadie, ser amables y tolerantes. De todas estas maneras y muchas más, realmente podemos ser como Dios. Al tratar de hacerlo, vamos a poner toda nuestra esperanza en Cristo, que ha hecho posible el que nosotros hagamos lo imposible, por la gracia mediante la fe (Ef. 2:8).
Juan 6:35, 41-51
Jesús está atribuyéndose algunas prerrogativas muy fuertes en este pasaje. Promete que cualquiera que vega a Él nunca tendrá hambre ni sed. Declara que cualquiera que haya sido atraído a él será resucitado en el último día. Afirma que el que come su carne, el pan vivo del cielo, vivirá para siempre. Todas estas son palabras muy llamativas, y no es de extrañar que sus compañeros judíos, e incluso los discípulos, se escandalizaran por las enseñanzas de Jesús (Cf. versículos 41 y 60F).
Obviamente, este texto requiere una muy cuidadosa reflexión. La salvación aparece como el pan, que es el Cuerpo de Cristo partido por nosotros, y el vino, que es su sangre derramada por nosotros. Mediante estos dones inestimables, ofrecidos a nosotros en la Eucaristía, se nos hace participes de la naturaleza divina y se nos asegura la gracia de Dios y su bondad para con nosotros, ahora y siempre.
Un antiguo himno de Johann Franck (“Revístete, mi alma, con alegría”, escrita en 1649) capta con gran belleza esta gran realidad de que Cristo se nos da en el sacramento. Estas son algunas de las líneas finales del himno: “A partir de esta cena déjame considerar, / Señor, cuán amplio y profundo el tesoro de tu amor. / Mediante los dones que tú aquí me das / como tu huésped en el cielo recíbeme”.
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