Estudio Bíblico

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Estudio Bíblico: Propio 25 (A) – 2023

October 29, 2023

RCL: Deuteronomio 34:1-12; Salmo 90:1-6, 13-17; 1 Tesalonicenses 2:1-8; Mateo 22:34-46

Deuteronomio 34:1-12

La historia de Moisés termina con Dios mostrándole la Tierra Prometida, aunque Moisés “no va[s] a entrar en ella”.  Esta afirmación se considera tradicionalmente un recordatorio del castigo en las Aguas de Meribá (cf. Números 20:1-13).

Incluso con este recordatorio del castigo, nada indica que Moisés muera insatisfecho o con remordimientos. Todo lo contrario. A pesar de tener 120 años, Dios ha preservado el cuerpo y la mente de Moisés, hasta el punto de que puede escalar una montaña. A Moisés sólo se le permite morir por orden expresa de Dios, y es Dios quien al parecer entierra a Moisés personalmente (ya que nadie más sabe dónde está enterrado Moisés). Hay un gran duelo por Moisés, un profeta como ningún otro. Este pasaje nos ofrece la historia completa de un Moisés consumado.

Por supuesto, hay un profundo dolor por la muerte de Moisés, pero aunque hay mucho más por venir en la historia del Pueblo de Israel, la historia de Moisés está completa y cumplida. Se trata de un poderoso momento culminante. Moisés está lejos de ser el hombre que no sabía nada de su pueblo ni de su Dios, el hombre a quien este Dios aún desconocido para él envió para enfrentarse al imperio más poderoso del mundo. Moisés está lejos de ser el líder aún novato que se enfrenta a la tarea en apariencia imposible de sacar al pueblo de Dios de la opresión, a través del desierto y la desolación, y llevarlo hacia la promesa. Ha habido muchos tropiezos en el camino, pero Moisés es un hombre muy distinto, más maduro espiritualmente y más íntegro que antes. La narración de la muerte de Moisés marca para nosotros el increíble crecimiento espiritual que supone caminar con Dios.

  • ¿Cómo te ha cambiado tu caminar con Dios? ¿Cómo te ha llevado tu camino espiritual de la opresión a la desolación y a la promesa?

Salmo 90:1-6, 13-17

Esta semana se nos presentan dos partes del Salmo 90 en apariencia disonantes. Los seis primeros versículos hablan de la naturaleza eterna de Dios en contraste con nuestra mortalidad, con la certeza de que nuestra mortalidad reposa en el refugio de la eternidad de Dios. Los cinco versículos finales, sin embargo, suplican que Dios vuelva a ser el refugio que ha sido en el pasado. Al volver al versículo 13, podríamos preguntarnos adónde fue a parar la certeza del versículo 1.

Estos dos grupos de versículos hablan profundamente de la experiencia humana. Aun cuando nos sentimos más seguros del amor de Dios por nosotros y de su fidelidad y buena voluntad hacia nosotros, hay momentos en que la gracia de Dios parece tan lejana, en que no podemos conjurar el regocijo, cuando nos enfrentamos a la adversidad. Sentimos la necesidad de recordarle a Dios -o, más exactamente, de recordarnos a nosotros mismos- la bondad pasada de Dios, suplicando que nos la devuelva. En esos momentos, la fuerza proviene tanto de clamar a Dios como de recordar que la naturaleza de Dios es siempre amor y bondad.

  • ¿Cómo encuentras consuelo cuando la gracia de Dios parece lejana?

1 Tesalonicenses 2:1-8

En nuestra sociedad, conocemos predicadores de muchas formas. Tenemos tele-evangelistas, pastores de mega-iglesias, pastores de pequeñas parroquias, predicadores en grandes parroquias cardenalicias, predicadores callejeros, profetas y muchos más. Hay muchos otros que, aunque no se consideren predicadores, proclaman lo que creen que son los principios fundamentales del Evangelio. Tal vez peor aún, no todas estas personas hablan con una sola voz. A veces ofrecen puntos de vista radicalmente opuestos sobre el Evangelio. ¿Cómo sabemos qué personas y qué mensajes son auténticos?

Eso es en parte lo que Pablo plantea en este pasaje. Quiere que los tesalonicenses sepan que él es auténtico. Quizá los tesalonicenses desconfíen y busquen “engaños”, “motivos impuros” y “artimañas” a causa de evangelistas anteriores. Tal vez hayan oído que a los filipenses Pablo no les cayó bien, una preocupación que Pablo aborda de frente.

Pablo les aconseja primero a los tesalonicenses (y a nosotros) que escuchen lo que dicen estos mensajeros. Si es demasiado bueno para ser verdad, demasiado de lo que queremos oír, quizá nuestra sospecha esté justificada. Sin duda, no es la única prueba, pero la adulación puede denotar un pretexto para la codicia. Pablo se contrapone a sí mismo y a sus compañeros frente a filósofos itinerantes y predicadores cristianos a los que se pagaba por impartir su sabiduría. Pablo hace su trabajo por amor y misión, no por dinero.

Pablo también les aconseja a los tesalonicenses (y a nosotros) que presten atención a la forma en que estos mensajeros transmiten su mensaje. Pablo y sus compañeros se interesan por aquellos a los que predican, y por eso transmiten su mensaje con dulzura y cariño, como un padre por su hijo, tanto que se comparten a sí mismos, no sólo el mensaje.

  • ¿Cómo predicarías el Evangelio a alguien que te es muy querido?

Mateo 22:34-46

Una vez que Jesucristo ha acallado por fin a los saduceos, los fariseos retoman la búsqueda para intentar hacer tropezar a Jesús en algún asunto doctrinal. Reclutan a un abogado, alguien que conoce bien la tradición judía de la que existen 613 mandamientos, y le pide a Jesucristo que elija. En todo caso, ¿cuál de esos 613 mandamientos debemos cumplir, pase lo que pase? Jesús, por supuesto, no puede dar sólo uno. Ofrece dos–ama a Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo. O quizá Jesucristo ofrezca tres–ama a Dios, ámate a ti mismo y ama a tu prójimo.

Pero tal vez Jesucristo sí responda con un solo mandamiento. Responde a estos líderes eruditos en la Torá con palabras tomadas de la oración central judía, el Shemá. Quizá esté intentando explicarles el significado de estas palabras y, al hacerlo, que la premisa de su pregunta es errónea. No hay 613 mandamientos. No hay dos ni tres. Sólo hay uno: el Amor. Ése es el fundamento de todos los demás mandamientos y de todas las palabras que han pronunciado los profetas. Debemos amar a Dios y no podemos hacerlo sin amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. Tampoco podemos hacerlo sin seguir los demás mandamientos y atender al llamamiento de los profetas en favor de la justicia para los oprimidos y marginados. Tenemos un solo mandamiento: Amar.

  • ¿Cómo se compara tu propio sentido de lo que Dios nos manda hacer, con el mandamiento del amor?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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