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Estudio Bíblico: Domingo de Ramos (C) – 2013
March 24, 2013
Isaías 50:4-9a
Del exilio en Babilonia viene la voz de un maestro. El maestro está físicamente golpeado, humillado públicamente, y abandonado en el suelo para ser maldecido y escupido. Pero el profesor no es una víctima. Estos versículos presentan el abuso, la opresión, pero no ofrecen lamentaciones. Estos son versos de convicción.
Ante el abuso y la opresión es excepcionalmente adecuado lamentarse. De hecho, es necesario que las víctimas de la opresión y el abuso reconozcan que han sido víctimas de tales monstruosidades, y que clamen ante el mundo y ante Dios. Hay que lamentarse.
Este maestro no niega esto, pero viene con una lección a aquellos que se lamentan, que se enfrentan a la opresión y al abuso: mis opresores y mis abusadores no definen quién soy. El maestro se define ante todo por una relación con Dios. Todas las demás relaciones son secundarias a ésta. Esto significa que el maestro puede hacer frente a la opresión, al abuso y a la humillación, pero no se define por ellos.
La lección del maestro puede ser una poderosa pregunta: “¿Usted se define ante todo por su relación con Dios?” Tanto la víctima como los opresores están llamados a dejar de definirse por la relación al abuso y comenzar a definirse a sí mismos y unos a otros por su relación con Dios. Esta redefinición rompe el ciclo del abuso. Esto permite a una persona a enfrentarse con convicción ante la opresión. Detiene a una víctima de buscar a quien abusar. Obliga al opresor a hacer una pausa y considerar el valor intrínseco y la dignidad del otro.
Salmo 31:9-16
El poeta que compuso el Salmo 31 presenta una interesante yuxtaposición. El leccionario se centra sólo en una parte del poema, en la del medio. Lo que vemos en estos versículos es una persona en lucha clamando a Dios por su liberación. Sin embargo, antes y después de estos versos el poeta proclama no sólo una profunda fe en Dios, sino también una vida de gozo en medio de la gracia de Dios. Desentrañar esta casi caótica porción de la escritura es un poco difícil.
A primera vista uno podría querer proponer una progresión lineal evidente. Una persona proclama una fe fuerte en Dios, es puesta a prueba a través del abuso y el dolor y con todo mantiene la fe, por lo que Dios bendice a la persona con la prosperidad. Sin embargo, esta lectura parece pastoralmente hueca. Sugerir que la falta de prosperidad, en los que sufren abuso y dolor, es debido a que les falta la fe correcta, es censurable.
El núcleo de este salmo es que Dios está en una verdadera relación con el poeta y el conocimiento de esa relación crea una base firme que nada puede superar. El poeta no se merece el sufrimiento, no se merece el maltrato y cualquier abuso y sufrimiento que el mundo presente es nada en comparación a una relación con Dios. El poeta comparte las alegrías y los sufrimientos pero más que nada comparte una profunda seguridad de que Dios está con nosotros en medio de ambos.
Filipenses 2:5-11
Pablo escribe estas palabras en una prisión romana. Está triste, está dispuesto a morir, está luchando para encontrar alguna razón para seguir viviendo. Su fe en Jesucristo no le da una razón para vivir, de hecho, es el dulce llamado de la comunión con Cristo, lo que le prepara para la muerte. La razón que Pablo encuentra para seguir viviendo es su servicio a la comunidad cristiana de Filipos. La servidumbre de Pablo es lo que le sostiene, no su autoridad.
Se trata de un líder que renuncia a su liderazgo por la servidumbre, cediendo el poder por la humildad, y pide a los líderes de la comunidad cristiana que hagan lo mismo. Pablo recuerda a los líderes de la iglesia que no tienen la autoridad del Padre, sino que tienen la servidumbre del Hijo. Pablo habla a los poderosos y les dice a los poderosos que se rebajen a lo más bajo, dignos de nada más que de la más baja de muertes.
Demasiado a menudo este pasaje ha sido utilizado por los que controlan el poder para mantener la autoridad imponiendo a otros la condición de siervos. Asumir esta autoridad, una autoridad que sólo pertenece a Dios, era exactamente contra lo que Pablo estaba hablando. Este no es un pasaje sobre la necesidad de siervos cristianos que permanezcan dóciles, es un pasaje para recordar a la autoridad cristiana que hemos de ser humildes siervos de todas las personas que nos encontramos.
Lucas 22:14-23:56
Después de la cena, Jesús tiene la última conversación con los discípulos. Sabe que en los próximos días, sus amigos, sus hermanos y hermanas, verán todo su mundo trastornado con la muerte de Jesús. Cristo les dice qué tipo de personas van a ser en el medio del caos, el cambio y la transformación que se van a seguir, en la transformación que se nos pide que entremos en esta Semana Santa entre el Domingo de Ramos y Pascua.
Jesús indica que el poder y la autoridad que se nos da como seguidores de Cristo no han de ser utilizados para ponernos por encima de cualquiera sino para ser siervos de los que nos rodean. Jesús dice que “el mayor entre vosotros sea como el más joven”. Jesús está llamando a los ancianos de la iglesia para que se interesen ante todo por el futuro, por lo que viene a continuación, en la vida, las esperanzas y los sueños de los más jóvenes de la comunidad. Esto es lo contrario de un liderazgo que está interesado solo en mantener el status quo y en la formación de una generación de jóvenes que lo reemplace y perpetuar así la autoridad del anciano.
Luego pasa a decir a los líderes que aparezcan como ladrones y guerreros, pero que no lo sean. Esta es una instrucción bastante confusa, pero muy importante. Jesús les dice que todo lo que va a ocurrir no va a ser lo que parece ser. Esto se hace especialmente importante cuando Jesús luego alude a Isaías 53:10-12, y les da a sus seguidores una forma de interpretar su muerte. Jesús sabe que va a morir, pero ve una luz en medio de su angustia, y encuentra algo de satisfacción en el conocimiento de lo que su agonía podría implicar para los demás. Jesús pide a sus seguidores que participen en este espacio con él y preparen el escenario para lo que ha de venir, que permitan ser considerados – pero que no se hagan – como ladrones y malvados por parte de los poderes que haya, si eso es lo que se necesita para establecer el reino.
Las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos son: que utilicen su autoridad para servir a los demás, no para dominarlos, que trabajen para el futuro y las cosas por venir y no traten de mantener y perpetuar su propia autoridad, y que no se preocupen acerca de cómo la sociedad los percibe, sino que sean fieles a Cristo y al reino de Dios. Estas son las instrucciones que la iglesia estaría bien servida si nunca las olvidara.
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