Adviento 3 (C) – 15 de diciembre de 2024
December 15, 2024
LCR: Sofonías 3:14–20; Isaías 12:2–6 [= † Cántico 2 LOC]; Filipenses 4:4–7; San Lucas 3:7–18.
Nos encontramos en la última semana del Adviento, antes de la Navidad, y para muchos de nosotros, puede parecer que las celebraciones están a punto de terminar, ya que después de la Navidad nos queda el Año Nuevo y la fiesta de la Epifanía. Sin embargo, las lecturas propuestas para este ciclo nos recuerdan que la acción de Dios perdura en el tiempo y que, más allá de los tiempos fuertes que celebramos en el año litúrgico, la acción salvadora de Dios sigue activa y creando a lo largo de nuestro caminar.
Eso lo podemos ver en el canto del profeta Sofonías, que de alguna manera desafía al pueblo de Israel que está pasando por un momento difícil a tener su esperanza en el Dios que restaura, que incorpora y que llena a su pueblo de gozo y alegría después de una tribulación.
Ese mismo mensaje lo encontramos en el canto de Isaías: “Vitoreen, habitantes de Sión, con gritos de júbilo, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel”, canto que se proclama y que forma parte de las lecturas de la Vigilia Pascual y que nos recuerda que la acción misericordiosa y amorosa de Dios no queda como una acción del pasado, sino que se actualiza y se hace presente en nuestras vidas como historia de salvación y de amor aquí y ahora.
Para ver esta acción amorosa y restauradora de Dios en nuestras vidas debemos recobrar esa capacidad de dejarnos asombrar por lo sencillo, por lo simple, por lo cotidiano. Vivimos en una sociedad en la que aquello vistoso, nuevo, de última generación tiene más peso que la sencillez de la vida, de lo cotidiano.
Pero es allí, en lo cotidiano, en lo sencillo, donde estamos llamados a ver a Dios que se encarna, que llora de hambre o frío, o porque el pañal está lleno de pipí; estamos llamados a encontrar y gozarnos en Dios que se nos manifiesta de las maneras más inesperadas, como lo hizo hace más de dos mil años, no en lo vistoso ni extraordinario, ni en lo de última generación o gama, sino en las manos cansadas de los que trabajan el campo, en las madres que se levantan para preparar la comida a sus familias, en el aroma del café recién colado, en el trino de las aves, en el silencio de la noche, etc. Estamos llamados por Dios de hacer de lo cotidiano lo extraordinario, no de lo extraordinario lo cotidiano.
También Pablo nos invita a “alegrarnos siempre en el Señor”. Curiosamente lo repite a la comunidad de Filipo como para asegurarles que el verdadero camino a la felicidad en Dios no es un momento que pasa o los sentimientos que nos pueden albergar de alegría, sino que es una actitud de vida que se encuentra anclada en una apertura de espíritu, en una actitud orante y en la aceptación de unos a otros desde el amor de Dios.
Por eso el Evangelio también nos increpa de manera clara a ver cómo estamos viviendo nuestra vida de fe; nos llama a que veamos en este tiempo de Adviento y de Navidad cuántas cosas innecesarias y superficiales se nos meten por los ojos, olvidándonos de la justicia y la paz para aquellos que esperan el año de gracia del Señor. Nos invita a que veamos las dos caras de la moneda, por una parte, nuestra voz profética ante tantos sistemas de injustica y esclavitud de nuestros tiempos que siguen quebrando a las minorías que viven a nuestro alrededor, para que cumpliendo nuestros votos bautismales, podamos ejercer esa denuncia y llamar a la justicia y la paz. La otra cara de la moneda es la que invita a ver si de alguna manera estamos contribuyendo, consciente o inconscientemente, con estos sistemas que están oprimiendo a nuestra gente.
Cuando oremos el Padre nuestro prestemos especial atención a la petición: “danos hoy nuestro pan de cada día”, porque en esa sola frase debemos descubrir que “venga a nosotros tu Reino” no puede hacerse real o venir mientras haya injusticia y hambre.
Pidamos al Emmanuel que nos dé esa gracia de poder reconocerle en lo sencillo y en lo cotidiano para poder proclamarlo con voz profética de justicia y amor a aquellos que lo necesitan.
El Rev. Franklin Morales, es el Canónigo para los Ministerios Latinos e Hispanos de la Diócesis Episcopal de Carolina del Norte, Oriundo de Venezuela y ha estado sirviendo a su Diócesis por un año y seis meses.
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