Sermones que Iluminan

Adviento 1 (C) – 1 de diciembre de 2024

December 01, 2024

LCR: Jeremías 33:14–16; Salmo 25:1–10 [25:1–9 LOC]; 1 Tesalonicenses 3:9–13; San Lucas 21:25–36.

“Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados”.

Es difícil no relacionar estas palabras de Jesús, contenidas en el evangelio de Lucas, con lo que acontece en nuestros tiempos. Podría decir el Señor: las aguas arrasarán ciudades y desplazarán pueblos enteros; vientos, tornados, huracanes devastarán las costas; los niveles de los mares anegarán barrios por decenas; oleadas de calor asfixiarán a la humanidad, la temperatura subirá a niveles nunca vistos, plagas y virus matarán a millones; los ecosistemas y el equilibrio de la vida en el planeta serán trastornados; y más, habrá guerras fratricidas y los poderosos aniquilarán a pueblos indefensos… ¿Por qué nos cuesta tanto leer los signos de los tiempos? Ya lo advierte el Señor: “De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios ya está cerca”. 

No se trata de hacer una lectura literalista ni manipuladora de las Escrituras, pero sí de interpretar la Palabra del Señor para nuestros tiempos. ¿Acaso los signos de los tiempos no nos hablan? ¡Claro que lo hacen! Pero nos sucede como a los contemporáneos de Jesús, cerramos los ojos, como si con eso desaparecieran. Lo cierto es que los signos ya no sólo hablan, sino que gritan, y lo hacen anunciando el fin de la humanidad y de todo lo que existe en este frágil planeta creado por el amor de Dios: “Les aseguro que todo esto sucederá antes que muera la gente de este tiempo. El cielo y la tierra dejarán de existir”; y sucederá, no porque sea la voluntad de Dios sino por nuestras acciones y decisiones. Con todo, literal o alegórico, “mis palabras no dejarán de cumplirse”, como dice Jesucristo en el evangelio de este día.

El tiempo de Adviento, que hoy comenzamos, es el momento propicio para reflexionar en la venida del Señor. Pero no sólo en la encarnación operada hace cerca de 2025 años -un poco más- sino en su regreso definitivo. De eso trata este tiempo. De implorar al Señor por su venida, pero no como un recuerdo de algo pasado como quien toma un álbum de fotos o un vídeo antiguo, sino por el evento futuro, ojalá inminente, de su Reino en plenitud (reinado que celebramos el domingo pasado como culmen del Tiempo representado en el año litúrgico): “Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo… para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre”.

Sin embargo, ante las señales contundentes del cosmos ¿qué hacemos? Negacionismo, “pañitos de agua tibia”, acciones insuficientes, acuerdos que no se van a cumplir, favorecimiento a los grandes emporios o multinacionales, rendición ante los poderes económicos, COPs (estamos en pleno culmen de la número 29) llenas de promesas y resoluciones débiles: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida”. Así es, los corazones de nuestros líderes y gobernantes se han vuelto insensibles porque son incapaces de dejarse permear por la empatía de quienes sufren de manera más crítica la crisis del medio ambiente (quienes generalmente son los más débiles y pobres); la “borrachera” del dinero, el consumo y el poder, no les permite optar por la vida planetaria.

En este tiempo de Adviento, y en esta hora triste de la creación de Dios, debemos unirnos a la súplica del salmista: “Muéstrame, oh Señor, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame; porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día”, y a la oración de Pablo: “que el Señor los haga crecer y tener todavía más amor los unos para con los otros y para con todos… Que los haga firmes en sus corazones, santos e irreprochables delante de Dios nuestro Padre cuando regrese nuestro Señor Jesús”, porque sólo el amor hará posible lo que la voluntad humana destruye.

Unámonos en estas súplicas, para que el Espíritu sople y para que la inminente venida del Señor sea en medio del canto de la vida y no en medio de los gritos de la muerte; para que se hagan realidad las palabras de Dios por medio del profeta Jeremías: «haré que David tenga un descendiente legítimo, que establecerá la justicia y la rectitud en el país. En aquel tiempo Judá estará a salvo y Jerusalén vivirá segura. Éste es el nombre con que la llamarán: “El Señor es nuestra victoria”».

Que podamos proclamar en esta tierra y en esta hora que el Señor es nuestra victoria sobre la muerte, el egoísmo, el consumismo, el espíritu depredador, la guerra y el genocidio. Que podamos clamar “ven Señor Jesús” con la consciencia de que su reinado definitivo trata de la vida, la justicia, la fraternidad. No permitamos que el espíritu de fiesta que se aproxima nos haga ciegos y sordos a los signos de los tiempos y al verdadero sentido del tiempo de Adviento que hoy iniciamos.

Amén.

El Rvdo. Richard Acosta Rodríguez, es presbítero en la Misión San Benito de Nursia, en la Diócesis de Colombia; es docente e investigador en el campo de la Ecoteología bíblica. Ha escrito varios libros y artículos. Es editor de Sermones Que Iluminan en español.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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