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Duodécimo Domingo después de Pentecostés
Propio 15
La Colecta:
Dios omnipotente, por nosotros entregaste a tu Hijo único como sacrificio por los pecados y como ejemplo de vida piadosa: Danos gracia para recibir con gratitud los frutos de su obra redentora, y seguir de día en día las huellas benditas de su santísima vida; por Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Antiguo Testamento: Génesis 45:1-15
1 José ya no pudo contenerse delante de todos los que estaban a su servicio, y gritó: «¡Salgan todos de aquí!» Así que ninguno de sus siervos estaba allí con José cuando él se dio a conocer a sus hermanos.
2 Entonces se puso a llorar tan fuerte que todos los egipcios lo supieron, y la noticia llegó hasta el palacio del faraón. 3 José les dijo a sus hermanos: —Yo soy José. ¿Vive mi padre todavía?
Ellos estaban tan asustados de estar delante de él, que no podían contestarle. 4 Pero José les dijo: —Por favor, acérquense a mí.
Cuando ellos se acercaron, él les dijo: —Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron a Egipto; 5 pero, por favor, no se aflijan ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que a ustedes para salvar vidas. 6 Ya van dos años de hambre en el país, y todavía durante cinco años más no se cosechará nada, aunque se siembre. 7 Pero Dios me envió antes que a ustedes para hacer que les queden descendientes sobre la tierra, y para salvarles la vida de una manera extraordinaria. 8 Así que fue Dios quien me mandó a este lugar, y no ustedes; él me ha puesto como consejero del faraón y amo de toda su casa, y como gobernador de todo Egipto. 9 Vayan pronto a donde está mi padre, y díganle: “Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto como señor de todo Egipto. Ven a verme. No tardes. 10 Vivirás en la región de Gosen, junto con tus hijos y nietos, y con todos tus animales y todo lo que tienes. Así estarás cerca de mí. 11 Aquí les daré alimentos a ti y a tu familia, y a todos los que están contigo, para que no les falte nada; pues todavía habrá hambre durante cinco años más.” 12 Mi hermano Benjamín y ustedes son testigos de que yo mismo he dicho esto. 13 Cuéntenle a mi padre acerca de toda mi autoridad en Egipto, y de todo lo que han visto aquí. ¡Pronto, vayan a traer a mi padre!
14 José abrazó a su hermano Benjamín, y comenzó a llorar. También Benjamín lloró abrazado a José. 15 Luego José besó a todos sus hermanos, y lloró al abrazarlos. Después de esto, sus hermanos se atrevieron a hablarle.
Salmo: 133
1 ¡Oh cuán bueno y agradable es *
convivir los hermanos en unidad!
2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, *
el cual desciende sobre la barba,
3 Sobre la barba de Aarón, *
y baja hasta el collar de sus vestiduras.
4 Es como el rocío del Hermón, *
que desciende sobre los montes de Sión;
5 Porque allí manda el Señor la bendición: *
la vida por siempre jamás.
Antiguo Testamento: Isaías 56:1, 6-8
1 El Señor dice:
«Practiquen la justicia,
hagan lo que es recto,
porque pronto voy a llevar a cabo la liberación;
voy a mostrar mi poder salvador.
6 Y a los extranjeros que se entreguen a mí,
para servirme y amarme,
para ser mis siervos,
si respetan el sábado y no lo profanan
y se mantienen firmes en mi alianza,
7 yo los traeré a mi monte sagrado
y los haré felices en mi casa de oración.
Yo aceptaré en mi altar sus holocaustos y sacrificios,
porque mi casa será declarada
casa de oración para todos los pueblos.
8 Yo haré que vuelvan y se reúnan
los que aún están en el destierro.»
Esto lo afirma el Señor,
que hace que vuelvan a reunirse
los israelitas que estaban dispersos.
Salmo: 67
1 Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga, *
haga resplandecer su rostro y venga a nosotros.
2 Sean conocidos en la tierra tus caminos, *
en todas las naciones tu salvación.
3 Te alaben los pueblos, oh Dios; *
todos los pueblos te alaben.
4 Alégrense las naciones y aclamen con júbilo, *
porque juzgas los pueblos con equidad, y diriges todas las naciones de la tierra.
5 Te alaben los pueblos, oh Dios; *
todos los pueblos te alaben.
6 La tierra ha dado su fruto; *
nos bendiga Dios, el Dios nuestro.
7 Dios nos bendiga; *
témanlo todos los confines de la tierra.
Nuevo Testamento: Romanos 11:1-2a, 29-32
1 Ahora pregunto: ¿Será que Dios ha rechazado a su pueblo? ¡Claro que no! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y de la tribu de Benjamín. 2 Desde el principio, Dios había reconocido a los israelitas como su pueblo; y ahora no los ha rechazado.
29 Pues lo que Dios da, no lo quita, ni retira tampoco su llamamiento. 30 En tiempos pasados, ustedes desobedecieron a Dios, pero ahora que los judíos han desobedecido, Dios tiene compasión de ustedes. 31 De la misma manera, ellos han desobedecido ahora, pero solamente para que Dios tenga compasión de ustedes y para que, también ahora, tenga compasión de ellos. 32 Porque Dios sujetó a todos por igual a la desobediencia, con el fin de tener compasión de todos por igual.
El Evangelio: Mateo 15: (10-20), 21-28
10 [Jesús llamó a la gente y dijo: —Escuchen y entiendan: 11 Lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca.
12 Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: —¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír lo que dijiste?
13 Él les contestó: —Cualquier planta que mi Padre celestial no haya plantado, será arrancada de raíz. 14 Déjenlos, pues son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro, los dos caerán en algún hoyo.
15 Pedro entonces le dijo a Jesús: —Explícanos lo que dijiste.
16 Jesús respondió: —¿Ni siquiera ustedes son todavía capaces de comprender? 17 ¿No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo? 18 Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro. 19 Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos. 20 Estas cosas son las que hacen impuro al hombre; pero el comer sin cumplir con la ceremonia de lavarse las manos, no lo hace impuro.]
21 Jesús se dirigió de allí a la región de Tiro y Sidón. 22 Y una mujer cananea, de aquella región, se le acercó, gritando: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! ¡Mi hija tiene un demonio que la hace sufrir mucho!
23 Jesús no le contestó nada. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: —Dile a esa mujer que se vaya, porque viene gritando detrás de nosotros.
24 Jesús dijo: —Dios me ha enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
25 Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él, diciendo: —¡Señor, ayúdame!
26 Jesús le contestó: —No está bien quitarles el pan a los hijos y dárselo a los perros.
27 Ella le dijo: —Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.
28 Entonces le dijo Jesús: —¡Mujer, qué grande es tu fe! Hágase como quieres.
Y desde ese mismo momento su hija quedó sana.
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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.
Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.
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