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Estudio Bíblico: Cuaresma 4 (B) – 2018
March 12, 2018
Números 21: 4-9
A principios de este año, hice mi primer vuelo transatlántico de Estados Unidos a Italia. Cuando recibí por primera vez mi boleto de avión, me di cuenta de que estaría en un avión durante cerca de diez horas, pero no comprendí del todo lo que sería estar confinado en un espacio tan pequeño durante tan largo periodo de tiempo. En solo unas pocas horas de vuelo y me encontré obsesivamente revisando el “rastreador de vuelo” en la pantalla de la parte posterior del asiento frente a mí. Estaba abrumado por la impaciencia, pero no podía cambiar nada de mi situación. Sabiendo por mi propia experiencia que la paciencia es una virtud rara, no puedo culpar a los israelitas por estar inquietos mientras deambulaban por el desierto. Si tú o yo estuviéramos en su lugar, es probable que hubiéramos reaccionado de manera similar. Quizás entonces la lección que podemos aprender de este pasaje no es que podamos ser perfectamente pacientes en todo momento, sino que no debemos permitir que nuestra impaciencia nos haga perder de vista al Dios que nos llama, viaja con nosotros y no nos abandonará en el desierto.
- Imagina tu vida como un viaje, ¿a qué destino estás viajando actualmente?
- En momentos en los que te has sentido perdido, ¿cómo te han recordado la presencia de Dios en tu vida?
Salmo 107: 1-3, 17-22
“La misericordia (del Señor) perdura para siempre”. ¿Para siempre? Para siempre es un largo tiempo, insondable incluso en los límites de nuestra imaginación. Nos esforzamos por comprender cómo algo puede durar para siempre, porque toda nuestra vida está definida por limitaciones y límites. Nacemos y poco después descubrimos que esta vida, tal como la conocemos actualmente, no durará para siempre. Por esa razón, y si somos inteligentes, buscamos aprovechar al máximo nuestras vidas, viviendo plenamente en cada momento. Aun así, incluso sabiendo que esta vida no durará para siempre, fallamos. Cometemos errores y no logramos los planes que hacemos para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Hoy, en el salmo, se nos recuerda que debido a nuestra limitación encontramos razones para dar gracias al Señor, porque hemos sido redimidos y su misericordia perdura para siempre, extendiéndose más allá de los límites de nuestra más loca imaginación y de los límites de esta vida temporal.
- Al contemplar la misericordia eterna de Dios, ¿de qué manera te sientes desafiado a ser más misericordioso con los demás en tu vida?
Efesios 2: 1-10
Al contemplar nuestro futuro, es fácil permitir que nuestros corazones y nuestras mentes se angustien de cómo serán nuestras vidas. ¿Obtendré el trabajo o la promoción que quería? ¿He ahorrado lo suficiente para retirarme o ayudar a mis hijos a obtener una buena educación? ¿He invertido mi tiempo y esfuerzos en las relaciones correctas? Muy a menudo, nuestras ansiedades sobre el futuro son producto de nuestro propio deseo de ganar y controlar el futuro que deseamos. En la epístola de hoy, se nos recuerda que nuestro futuro último no es el producto de nuestras propias manos y duro trabajo, ni se basa en nuestra propia valía o en nuestra capacidad para discernir las decisiones más fructíferas. Más bien, nuestro futuro fue determinado para nosotros cuando éramos más indignos. Dios, “que es rico en misericordia”, nos eligió cuando aún éramos pecadores y nos dio el regalo de la salvación. Hoy, damos gracias porque somos lo que Dios nos hizo, creados en Cristo Jesús para buenas obras.
- ¿Qué preguntas sobre el futuro actualmente te mantienen despierto por la noche?
- ¿De qué manera el tratar de pasar estas preocupaciones a Dios, que es “rico en misericordia”, ayuda a aliviar la ansiedad en tu vida?
Juan 3:14-21
Hace varios años, en un intento de vivir un estilo de vida más saludable, asumí el hobby de correr. Ahora, incluso después de correr varias veces a la semana durante casi cinco años, descubro, de forma regular, que todavía aprendo cosas nuevas que me hacen un mejor corredor. El año pasado, por ejemplo, descubrí la importancia de mirar hacia arriba y más allá de mi paso actual mientras corría. Aprendí esto mientras corría por una pendiente empinada con la cabeza baja y sin notar un borde elevado en la acera lo suficientemente alto como para atrapar la punta de mi zapato. De repente y sin previo aviso perdí el control de mi paso y comencé a caer, lo que me pareció un buen minuto el tratar de recuperar el equilibrio. Mi caída fue provocada por mi terca negativa a mirar más allá del momento presente para ver y prepararme para lo que vendría después. De manera similar, en la vida, es tentador estar tan obsesionado con nuestras circunstancias presentes que podemos olvidar mirar hacia arriba y ver que Dios ya ha levantado y provisto un Salvador para todo el mundo, que busca redimir y hacer todas las cosas nuevas, incluso nuestras circunstancias actuales.
- ¿De qué manera el confiar en que Dios provea en tu momento actual te liberará para ver y prepararte para lo que viene?
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