Propio 14 (B) – 2012
August 13, 2012
Una de las tendencias en nuestra vida es la búsqueda de modelos de vida. Si le preguntamos a un niño o a una niña qué quieren ser en el futuro, o a quién admiran, seguramente que nos van a contestar que a un actor o actriz de televisión, a un cantante, a un deportista, y probablemente el más arriesgado nos podría contestar, que a un sacerdote.
Todos hemos buscado y seguimos buscando modelos. Muchos los buscamos en personas famosas de la farándula, de la política, de la intelectualidad y también, por qué no decirlo, de la espiritualidad. Diríamos que cuanto más subimos a nivel espiritual, más crecemos en el conocimiento de Dios, y mejor sabemos escoger nuestros modelos de vida, ya no orientados por la fama que da el mundo, sino por la contribución que dan ellos al mundo, a la humanidad, a Dios.
San Pablo en su carta a la comunidad de Éfeso, hace un llamado a todos los miembros de la comunidad a no dejarse llevar por modelos o actitudes que encontraban en la cultura y ambiente de esos tiempos. Les invita a que, inspirados por una vida nueva cristiana que implica un cambio de manera de ser, de pensar y de actuar, actúen conformes a su nueva vocación, y sean trabajadores honrados y responsables, que hablen y actúen con toda verdad, que sean capaces de gobernarse a sí mismos controlando toda ira y maledicencia, buscando por encima de todo entre los miembros de la comunidad el perdón y la paz. Esta es una hermosa propuesta que inspira a vivir con alegría y gozo nuestra vida.
En el evangelio de hoy, san Juan, continuando con el discurso del pan de vida, nos narra una de las grandes revelaciones de Cristo, que se presenta al mundo como el “Pan de vida”. “Yo soy el pan de vida, el que venga a mí, no tendrá hambre”, dice Jesús (Juan 6: 35).
En el evangelio de Juan encontramos siete títulos o revelaciones sobre quien es Jesús. Él se presenta al pueblo judío que tiene hambre, como el Pan de vida (Juan 6:35) , a la mujer adúltera que vivía en situación de oscuridad, como Luz del mundo, (Juan 8:12); a un grupo de fariseos que no lo reconocían como Mesías, les dice que él es la Puerta del rebaño (Juan 10:7), y luego como el buen Pastor (Juan 10: 9); a sus amigos Martha y María, que han perdido a su hermano Lázaro, como la Resurrección y la Vida, (Juan 11: 25); y a sus discípulos en sus discursos de despedida, como el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6), y luego como la Vid verdadera (Juan 15: 1).
Podríamos decir que Jesús se hace presente ante cada situación humana como el que cubre nuestra necesidad y da respuesta a nuestros problemas e interrogantes. Los títulos de Jesús son predicados del ser de Cristo, ejemplos concretos para que nosotros lo escojamos y nos asemejemos a él. El predicado, pan, puerta, luz, etc., es conocido por nosotros, y sus características nos lleva a aceptar a quien aún no conocemos, es decir a Cristo, el Señor. La gente de entonces estaba familiarizada con el pan, la vid, el pastor, la puerta del corral de las ovejas, y Jesús tomó estos elementos conocidos por el pueblo, para que los asociaran con él, y mejor aún, los lleva a optar por él, pues así como el pastor es fundamental para la seguridad de las ovejas, o el pan necesario para nuestro sustento, o la vid, sin la cual no hay uvas, así también en Cristo hay seguridad, fortaleza, sustento, claridad, vida. En breve, nosotros necesitamos de Cristo para vivir. En él, como nos lo dice San Pablo, vivimos, nos movemos y existimos.
Estos títulos sobre Jesús que nos presentan san Juan y los demás evangelistas no agotan todo lo que se puede decir de él. Jesús se sigue manifesando hoy de muchas maneras que llenan y complementan nuestras vidas. Él es el modelo de paz, modelo de oración, modelo de perdón, modelo de convivencia, modelo de hijo, modelo de hermano, modelo de sacerdote, modelo de respeto y aceptación del otro, modelo de tolerancia y modelo de toda virtud.
Ojalá que nosotros, en esta búsqueda de modelos, no solo nos quedemos con los modelos que nos cantan y nos divierten en el mundo de la farándula, sino que, a pesar de que haya pasado tanto tiempo, sigamos hallando en Cristo el modelo de todos los tiempos, el modelo de todo modelo, a quien admiramos y estamos invitados a imitar. ¡Seamos imitadores de Dios!
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