Obispo Leo Frade: EL ACENTO DE JESúS
Yo no se si ustedes aquí en Arizona ya se habrán enterado de que se puede probar por la misma Biblia que sin a lugar a dudas nuestro Señor Jesucristo hablaba con acento al igual que muchos de nosotros. No, no estoy bromeando, estoy hablando en serio pues hay pruebas bíblicas de que nuestro amado Señor Jesucristo aquí en la Tierra tenía un tremendo acento cuando él hablaba y predicaba en Jerusalén.
Desde que yo me enteré de eso, del acento de Jesucristo, esto ha sido para mi muy reconfortante pues yo también tengo acento al hablar.
La realidad es que yo tengo acento no solo al hablar inglés pero tambien cuando hablo español.
Me imagino que ustedes ya se habrán dado cuenta al oirme hablar que lo hago con un acento caribeño. Aunque la realidad es que cuando yo los oigo hablar a ustedes yo también escucho que ustedes hablan con acento. Algunos de ustedes tienen acento mejicano y otros todavía conservan su acento centroamericano pero también en cada país centroamericano hay un acento diferente. Es más por el acento se puede distinguir muchas veces de que país procede una persona. Un argentino habla diferente que un colombiano y un chileno ni se asemeja al hablar de un dominicano.
En los mismos Estados Unidos una persona de Arizona habla con un acento diferente a una persona que viva en Alabama, y una que vive en Boston habla diferente a una persona que viva en California. Los ingleses que a veces son tan dificiles de entender dicen que los Americanos no hablan el idioma inglés con el acento correcto. Algo parecido a lo que dicen los españoles de nosotros los latinoamericanos.
La realidad es que los diferentes acentos que tenemos nos han dividido por siglos y estas diferencias al hablar puede convertise en algo muy grave.
Hay una historia bíblica que se encuentra en el Antiguo Testamento,
para ser más preciso en el libro de Jueces, capítulo 12:4-6 que nos cuenta como la tribu de Galaad una de las tribus hebreas se posicionó en los vados del Río Jordan para chequear el acento de la gente cuando estos trataban de cruzar el río, no el Río Grande sino el Río Jordan en Israel.
Estas personas de la tribu de Galaad eran algo así como la “Migra” o el “Border Patrol” de aquel tiempo.
La tribu de Galaad hacía poco se había peleado con la tribu de Efraín y no querían que nadie se les escapara cruzando el río salvando así sus vidas.
Cuando alguién quería cruzar le preguntaban a la persona si esta era de la tribu de Efraín y si esta decía que nó entonces les ordenaban que dijeran la palabra “Shibolet” pero la gente de Efraín no podían pronunciarla correctamente y en vez de “Shibolet” decían “Sibolet.” Y dice la Biblia en el capítulo 12, versículo 6 del libro de Jueces que al no poder pronunciar la palabra correctamente le echaban mano y los degollaban. Yasí mataron 42,000 personas solo por no poder pronunciar esa palabra correctamente sin acento.
Yo les sugiero que no le cuenten esta historia bíblica a mucha gente pues Apeio, el Sheriff loco que ustedes tienen por aquí, la puede oir y empezar a degollar a los immigrantes en la frontera cuando esten cruzando.
Bueno yo empecé esta homilía diciendo que Jesucristo hablaba con acento pero quiero decirles que además de Jesucristo varios de sus discípulos también tenían su mismo acento.
Como ustedes ya sabrán José y María habían llevado a su hijo recién nacido desde Belén hasta Egipto donde se refugiaron. La Biblia no especifica si ellos cruzaron la frontera con papeles o si fueron indocumentados. Gracias a Dios que la Migra egipcia no los agarró pero si sabemos que después de la muerte del Rey Herodes ellos se fueron a vivir a Galilea y allí fue donde se crió Jesús. Allí vivió por muchos años y hoy sabemos que la gente de Galilea hablaban con un acento diferente de los que vivían en Jerusalem.
Hoy en día la distancia entre Galilea, especificamente la ciudad de Nazareth hasta Jerusalén se puede hacer en menos de 2 horas en una autopista muy buena pero en aquellos tiempos tomaba varios días en llegar a Jerusalén.
Sabemos que la gente de Galilea hablaba con un acento diferente a los de Jerusalén y lo sabemos pues hay un pasaje bíblico que habla de esto. En el evangelio según San Mateo, capítulo 26, versículo 73, si ustedes lo buscan verán como Pedro que era también de la región de Galilea, cuando Jesús fue arrestado empieza a negar que lo conocía.
La gente al escuchar su acento galileo acusan a Pedro de también ser un seguidor de Jesus y como prueba de esto leemos en el versículo 73 que le dicen:
“Verdaderamente tu eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre.”
Era el acento galileo de Pedro que reconocían pues ese era el acento que nuestro Senor Jesucristo también tenía al hablar.
Se pueden imaginar que cosa más linda y que privilegio es eso para nosotros los que hablamos con acento. Cuando alguién nos diga que se les dificulta entendernos por el acento le podemos decir que lo mismo le va a suceder el día que Jesus les hable.
Pero oigan esta otra cosa que les voy a decir del acento. Yo me atrevería a decir que el acento se nota no solo al hablar. Creo yo que también se puede tener acento al actuar. Estoy seguro que nuestro Señor Jesús actuaba con un acento diferente al acento de los fariseos, de los saduceos, de los maestros de la ley, y del mismo Rey Herodes. No era solo el acento de Jesús al hablar pero también su acento al actuar que lo hacía muy diferente.
Cuando toda aquella gente religiosa muy indignada querían apredear la mujer adultera que menciona San Juan en su evangelio en el capítulo 8:1-7. Ellos que eran la mayoría, estaban indignados pues tenían la ley a su favor, una ley que habían aprobado y decían que el mismo Moisés mandaba apedrear a las mujeres adulteras.
¿Qué hizo Jesús? Seguramente cuando habló lo hizo con un acento galileo pero también con un acento de amor y de perdon dijo:
“El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.”
A eso es a lo que me refiero cuando señalo el otro acento de Jesús. No solo en su pronunciación pero también en su acción llevaba un acento diferente a lo que el mundo estaba acostumbrado pues el acento de Jesús era un acento de perdón y un acento de amor.
Creo que todos estamos de acuerdo cuando decímos que los diferentes acentos que nosotros tenemos al hablar nos pueden dividir y a veces distanciarnos. Pero de la misma manera el acento de nuestras acciones, de nuestro modo de tratar al prójimo, de nuestra habilidad en perdonar y en amar entonces ese acento de nuestras acciones logra curar nuestras diferencias y lograr que podamos convivir como hermanos. Cristo hace que nos acerquemos y tratemos de curar nuestras divisiones.
Lastimosamente en este amado país en que vivimos en los últimos tiempos se han estado creando grandes divisiones.
Vemos como los ricos se han hecho más ricos y los pobres mucho más pobres. Hemos presenciado con dolor como tantos que aquí viven padecen de grandes necesidades, pierden sus hogares y son despedidos de sus trabajos.
También con gran dolor hemos presenciando como a los latinos en especial se les margina y discrimina. Oigan bien pues no les estoy hablando solamente de aquellos que viven entre nosotros sin papeles. Les hablo de residentes legales y de ciudadanos americanos de origén latino que algunos consideran como de segunda clase.
A mi en especial me molesta cuando personas de origen irlandés discriminan contra los latinos. No saben ellos que fue un latino quien los defendió a capa y espada en Nueva York cuando ellos eran recién llegados a esa ciudad y considerados casi como animales por la clase dominante de aquel tiempo.
Fue el Padre Felix Valera, un cubano que era un cura católico romano expulsado por la corona española por predicar la independencia de Cuba. Fue a dar a Nueva York en el siglo 19 y allí llegó a ser el Vicario General de la Diócesis Católica de Nueva York. Hace años se hizo una estampilla de correos para recordar su memoria, un latino que está reconocido como el defensor de los inmigrantes irlandeses.
Yo le doy gracias a la Reverenda Carmen, al Deán y al Obispo Kirk por permitirme predicar en esta catedral. Yo quiero que ustedes los latinos de Arizona sepan que no están solos y que han estado en nuestras oraciones. Esa funesta ley que promovió y firmó vuestra gobernadora y otros políticos anti-latinos, esa ley con un acento bien fuerte de discriminación y de odio a nuestro pueblo es una ley injusta contra la que lucharemos juntos a ustedes para eliminarla.
Doy gracias a Dios que el gobierno federal, pues por lo menos se ha enfrentado a esa ley injusta. Les pido que aquellos que puedan votar en las próximas elecciones de noviembre que lo hagan y defendamos nuestros derechos en las urnas apoyando a los que nos apoyan y rechazando a todo candidato o partido politico que nos discrimine.
Estoy convencido que llegó el momento de definirnos y decir cual será el acento de nuestras vidas. ¿Vamos a actuar con el acento de aquellos que están dispuestos a hacer guardia frente a la frontera y degollar a los que vienen escapando del hambre, de la persecución, del desempleo, y la desesperación?
Quiero hacer un llamado a todos los episcopales de este país, gustenle o no los latinos, gustenle o no los imigrantes de otros países, tenemos que tomar una decisión en toda nuestra iglesia de estar con el Cristo que tiene no solo un acento galileo pero un Cristo que tiene también un acento de amor al prójimo, al que no tiene, al que está hambriento y al que está sufriendo. Hay millones de personas viviendo en este país sin documentos, gente decente y trabajadora. Es hora de que aunemos nuestro esfuerzo y que se lleve a cabo una reforma migratoria que permita regularizar la residencia de millones de personas que han convivido con nosotros por años y con o sin papeles seguirán trabajando y luchando honradamente para sostener sus seres queridos.
Yo les garantizo que ese Jesús de Galilea, no nos va a dejar solos pero nos toca a nosotros el luchar y por supuesto también el perdonar pues ese es el acento del Señor Jesús.
Todos tenemos cicatrices que son díficiles de sanar. Son heridas que el odio y la discriminación nos han hecho. Una de los sucesos dolorosos para mi fue lo que le pasó a mi amigo y tocayo cuando llegó a Miami de Cuba. Les hablo del que fue el Obispo Sufraganeo de Texas, Monseñor Leo Alard. Valga decir que Leo venía de una familia episcopal muy antigua de Cuba. Su abuela fue confirmada en la Iglesia Fieles a Jesús en la ciudad de Matanzas en 1890. Toda su familia fue siempre episcopal y él llegó a ser Presidente de los Jovenes Episcopales de Cuba.
Al llegar a Miami sin saber mucho inglés al primer domingo de su estadía visitó la iglesia espiscopal que quedaba cerca de donde vivía.
Antes que empezara el culto el cura episcopal estaba saludando en la misma puerta a todos los que llegaban. Leo que en aquellos tiempos apenas tenía 20 años se acercó a él y en un inglés muy elemental empezó a decirle que era miembro de la iglesia episcopal y que estaba recién llegado de Cuba
Este señor cura al oirlo lo agarró por el brazo y saliendo fuera de la puerta le señalo a una iglesia católica romana que está a una cuadra de distancia y le dijo: “Allí, allí es donde perteneces.”
Confundido Leo le insistió que él era Episcopal y hasta le enseñó un carnet de los Jovenes Episcopales de Cuba.
Pero oigan esto, el cura continuó insistiendo que Leo no pertenecía en su iglesia y ni siquiera lo dejó entrar. Leo confundido, dolido y rechazado por su propia iglesia por ser cubano tuvo que volver a su casa.
Yo conocí a Leo Alard y él fue quien años después cuando ya era sacerdote me dió las clases de confirmación cuando yo me hice miembro de esta iglesia.
Bueno él me contó que después de dos semanas sin ir a ninguna iglesia decidió entonces tratar otra iglesia episcopal que aunque más lejos esta vez lo dejó entrar y más tarde él y otros episcopales fundaron una iglesia Episcopal con los episcopales que estaban llegando de Cuba en los años sesenta.
Lo gracioso del caso es que hoy en día esa misma iglesia que rechazó a Leo por ser cubano ahora es una iglesia donde el Rector es cubano y el 99% de sus miembros son latinos de todas partes y por supuesto con una mayoría de cubanos.
Conozco muchas historias tristes y acciones de discriminación pero aunque la cicatriz del rechazo no se borra siempre es importante perdonar y seguir adelante. Si nos quedamos con el mismo odio de aquellos que nos rechazan entonces nuestras vidas no tendrán un acento cristiano.
Duele mucho cuando somos rechazados sin saber quienes somos, solo por el hecho de ser como somos, por hablar con acento, por haber nacido en otro país, por el color de nuestra piel o por practicar una religión diferente.
Esos odios y discriminaciones tienen que desaparecer de nosotros y del corazón de todo aquel que pretenda llamarse episcopal.
Jesús nos llama a perdonar y aunque a veces esto cuesta trabajo estamos llamados también a amar aquellos que nos persiguen y nos vituperean.
No obstante eso, también estamos llamados a luchar por nuestros derechos y los derechos de nuestros hijos.
No olvídemos que a pesar de aquellos que nos quieran dividir todos somos una raza.
Al cruzar el río no te preguntan si eres mejicano, hondureño o colombiano, no te preguntan si eres católico o protestante, conservador o liberal, solo te dicen que digas Shibolet y si dices sibolet o si no enseñas tus papeles, bueno ya sabes que te va a pasar. Quizás hoy en día no te degollen el pescuezo pero sí degollarán tus esperanzas de trabajo y de ayudar a tu familia.
Somos todos una raza, pero también somos hermanos y hermanas en Cristo y nuestro Señor nos llama a que hablemos y que actuemos con el acento del amor. AMEN.